Un Estado comprometido con la verdad


Un Estado comprometido con la verdad

Editorial del Semanario El Popular N°175
Uruguay, como Estado, asume su responsabilidad jurídica internacional por los hechos reconocidos en la Sentencia. Reconoce además su responsabilidad ética por dichos hechos. Conforme a ello, el Estado condena los mismos y afirma su compromiso con la justicia y su voluntad de que hechos similares no vuelvan a repetirse».

Con esa frase, el presidente de la República, José Mujica, cerró un discurso histórico en el cual el Estado uruguayo asumió la responsabilidad por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. Fue en cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de los DDHH en el caso Gelman, es cierto; pero también lo es que las implicancias políticas e institucionales son  mucho más vastas.

Fue un acto de verdad histórica, fue un acto de justicia y tuvo un contenido reparador, e varios sentidos. Reparación. Empecemos por el contenido reparador del acto. En primer lugar fue una reparación a Macarena Gelman, a María Claudia García Iruretagoyena de Gelman, a Juan Gelman y a todos sus familiares. Esa era la esencia de la sentencia de la Corte Interamericana en este punto. Pero el simbolismo de los actos realizados el miércoles, en el Parlamento y en el ex SID, alcanzó en su contenido reparador a todos y todas las víctimas del terrorismo de Estado.

Eso es comprobable desde la razón y también desde el sentimiento, eso expresaban los rostros y los ojos de las decenas de compañeras y compañeros que aplaudieron de pie en el Parlamento. Pero también es reparador para toda la sociedad, porque los efectos de terrorismo de Estado, extendidos en el tiempo por la impunidad, afectaron y afectan a la sociedad toda, la envenenan.

Por ello es tan importante que el acto se haya hecho, que se haya transmitido por cadena de radio y televisión, que se haya escuchad y visto en facultades, en fábricas, en unidades militares y hasta en boliches.

Verdad y Justicia. Pero también fue un acto de verdad y de justicia, conceptos inseparables en cualquier dimensión y mucho más si la dimensión es toda la sociedad y la convivencia democrática.

El contenido de justicia empieza porque los actos del miércoles implicaron el cumplimiento de una sentencia y en el Estado de derecho ello debe ser la norma, el mínimo aceptable.

Pero además porque están inscriptos en un esfuerzo más general, en el marco del cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana de DDHH y más allá de ella, por abrir camino a la justicia y terminar con la impunidad.

Tiene como antecedentes la exclusión de casos de la Ley de Caducidad; las investigaciones históricas y la apertura de 17 archivos de la represión, policiales y militares; la excavación en unidades militares y otros predios que ha permitido el hallazgo de 4 cuerpos de detenidos desaparecidos; el impulso a la labor de la justicia que ha permitido el procesamiento de varios de los principales responsables de la represión; políticas todas iniciadas en el primer gobierno del Frente Amplio, encabezado por Tabaré Vázquez.

Eso se ha continuado, en el marco del cumplimiento de la sentencia de la Corte Interamericana, con el fin de la ley de Impunidad como instrumento jurídico de ocultamiento y la continuidad de las investigaciones, impulsadas por el segundo gobierno del Frente Amplio, encabezado por José Mujica.

Este camino no ha estado, ni estará, exento de contradicciones ni de desilusiones y hasta de retrocesos. Fue, es y será decisivo el esfuerzo de los familiares de las víctimas, de las propias víctimas (el caso Gelman es un ejemplo paradigmático, pero también lo son la inmensa mayoría de las 500 denuncias que hoy están en la Justicia), de la izquierda política, de las organizaciones sociales, en particular de los trabajadores y los estudiantes, para que este camino se consolide y profundice. No habrá más verdad y justicia sin el compromiso y la militancia activa de nuestra gente, eso no ha cambiado.

Pero para que esa lucha avance es imprescindible valorar, en su justo término, los logros y los pasos positivos, que no son pocos. El del miércoles sin duda lo es y muy grande. La impunidad como trampa. Implica un cambio sustancial, el compromiso expreso del Estado como agente de verdad y justicia. Nada menos. Demoramos 27 años desde que recuperamos la democracia para que el Estado asumiera su responsabilidad y se transformara de un agente de impunidad y ocultamiento en un impulsor de la verdad y la justicia. Eso es en el fondo lo que se expresó el miércoles.

El gesto más allá de las polémicas fue acompañado por la inmensa mayoría de la sociedad organizada. Estuvieron los tres poderes del Estado, estuvieron los tres comandantes en Jefe, estuvo la UDELAR y los trabajadores, estuvieron las víctimas y sus familiares y con la única excepción del Partido Colorado, estuvieron las máximas autoridades de los partidos políticos y aún en este caso algunos legisladores se hicieron presentes.

Es que el texto leído por Mujica además de reparador e institucionalmente correcto en el cumplimiento de la sentencia, tuvo un claro contenido de verdad histórica. El texto condenó el terrorismo de Estado, las violaciones a los DDHH, el Plan Cóndor y la Doctrina de la Seguridad Nacional. La existencia de estas cuatro cosas no es un problema de opiniones, fueron comprobadas por la vida, por las investigaciones, por los hechos.

Sin embargo ninguno de los cuatro conceptos entra en el discurso y la construcción ideológica de la derecha, que sigue defendiendo la impunidad. La expresión más clara de esto es Julio María Sanguinetti que sigue prisionero de un discurso y una práctica política que fue hegemónica a la salida de la dictadura y que ni siquiera registra los hechos. Sanguinetti ha quedado preso de su propia construcción ideológica, de un trasnochado intento de autojustificar su papel y con él quedan el sector mayoritario del Partido Colorado, con su líder Pedro Bordaberry y sectores importantes del Herrerismo.

Sanguinetti dijo que no había niños desaparecidos, que no había desaparecidos enterrados en cuarteles, Lacalle dijo que los desaparecidos eran 5 o 6 y ante la falta absoluta de argumentos apelan a dos recursos: la gastada teoría de los dos demonios y trasladar la discusión a una supuestamente neutra dimensión jurídica.

No hay que caer en la trampa. Hizo muy bien Mujica en nombre del Estado en sostener que hay un componente ético. Se pueden buscar mecanismos jurídicos y políticos que sean funcionales a varios fines. Los gobiernos del FA y la mayoría de la sociedad buscan abrir caminos jurídicos y políticos para la verdad y la justicia. Sanguinetti, Lacalle y Bordaberry, siguen aferrados a los mecanismos que ellos crearon, jurídicos, políticos e ideológicos, para impedir la verdad, defender la impunidad y los impunes.

El poder de la verdad. Los actos del miércoles son un paso importante en la superación democrática de esa trampa. El Estado dijo la verdad y la verdad genera libertad, es inevitable. La verdad, aunque duela, nos hace mejores, porque nos hace más libres.

Y desde el miércoles todos, aún los que aún no lo asumen conscientemente, somos un poco mejores y un poco más libres, individualmente y como sociedad. Pero además, la verdad, exige más verdad, no para, no se detiene. Desde el corazón. Es imposible no conmoverse con actos como el del miércoles.

A Macarena y su dignidad, a Juan y su valentía y perseverancia y en ellos a todos los familiares y víctimas que nunca se rindieron, a todos; a José Mujica, presidente, que en nombre del Estado nos reparó a todos: Salud.

Nadie nos regaló ni nos regalará nada. Por eso terminamos con un abrazo emocionado y apretado a todos los que dieron su esfuerzo a los que no hablaron en la tortura, a los que se jugaron todo en la dictadura, a los trabajadores, a los jóvenes que lloraban de emoción, a los jóvenes poetas que el mismo miércoles hicieron recitales de poesía para acompañar a Juan y Macarena, a los veteranos de siempre, a los entrañables que no están. La lucha sigue siendo la única garantía, a ellas y ellos, los luchadores parafraseando a Juan Gelman les decimos: ustedes son «la única patria contra las bestias del olvido».

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